martes, 27 de septiembre de 2011

¿OBEDECES?


Me presumía un amigo que tenía un perro muy obediente y cuando quiso demostrarlo, el perro solo movía las orejas, ladraba y agitaba el rabo.  Mark Twain dijo una vez: «Mi perro no me obedece, pero a veces está de acuerdo conmigo.»
Ya me lo imagino: «Fido, siéntate.» (El perro se para.) «Fido, siéntate, te dije.» (Bruno sigue parado.) «Fido, párate.» (Fido sigue parado.)
En el mandato número tres, Fido hizo lo que se le dijo. Pero lo hizo sólo porque estaba de acuerdo con el dueño mientras hacía lo que quería hacer.
¿Hay algún Fido en nosotros? ¿Obedecemos a veces las normas de Dios sólo cuando estamos de acuerdo con ellas? Si es así, tratamos la voluntad de Dios como si fuera el menú de una cafetería.

-Veamos. Hoy recomiendan presentar mi cuerpo como sacrificio vivo (Romanos 12:1).
- No, no creo que quiera esa hoy.
-¡Oh!, también está la que dice: «Hacedlo todo como para el Señor» (Colosenses 3:23).
-No, no me apetece.
-Hummm. Esta parece buena: «Perseverad en la oración» (Colosenses 4:2).
-Eso sí creo que lo puedo hacer. ¡Caray!
-¡Qué decisiones tan difíciles!

Espero que puedas ver lo equivocada que es esa actitud. Es como Fido. No es obedecer, sino optar por hacer aquello con lo que ya estás de acuerdo.
El cumplir con las normas que Dios ha establecido para nosotros en su Palabra tiene un efecto acumulativo. Cada una tiene una razón específica para estar allí, y a medida que obedecemos a Dios, las bendiciones se acumulan y aumenta nuestra fortaleza para vivir para Él. Llegamos a ser la clase de persona que Él quiere que seamos.
Cuando no obedecemos a Dios en algo que sabemos Él quiere que hagamos,
degradamos nuestra relación con Él. Obstruimos nuestro crecimiento espiritual y dañamos nuestro testimonio.

sábado, 24 de septiembre de 2011

ES GRANDIOSO


El haber vivido Aproximadamente un año en la hermosa ciudad de San Cristóbal de las casas en el paradisiaco estado de Chiapas me enseño a apreciar la naturaleza, la variedad de vegetación, la fauna de aquel estado, los quetzales con su hermoso plumaje y un sinfín de cosas hermosas
Según la Biblia, el propósito de la variedad natural va más allá de generar un infantil asombro. Los misterios de la naturaleza pueden ayudarnos a hacer las paces con un Dios que permite angustias y sufrimientos inexpresables e inexplicables.
Esto lo vemos en la épica historia de Job. Mientras sufría, Job no sabía que Dios lo tenía en tan alta estima que había permitido que Satanás probara su fe mediante una serie de pérdidas.
De ello surge esta consiguiente e inevitable conclusión: Un Creador que tiene la sabiduría y el poder para diseñar las maravillas de la naturaleza es lo suficientemente grandioso para confiarle la angustia y el sufrimiento que superan nuestra capacidad de comprensión. Lleno de asombro, Job proclamó: «Yo conozco que todo lo puedes» (42:2). Podemos confiar en esta clase de Dios… pase lo que pase.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿TERMOREGLA?


Cuando un alumno de una escuela secundaria trató de usar un termómetro para medir una mesa, su maestro quedó estupefacto. En 15 años como maestro, David había visto muchas situaciones lamentables y chocantes, pero no podía salir de su asombro al pensar cómo podía haber llegado ese estudiante a la escuela secundaria sin poder distinguir entre una regla y un termómetro.
Cuando un amigo me contó esta historia, me descorazoné por la situación de ese alumno y de otros como él que están tan atrasados en su educación. No pueden avanzar porque todavía no han aprendido las lecciones básicas de la vida cotidiana.
Pero después, me vino a la mente un crudo pensamiento: ¿No hacemos a veces lo mismo cuando usamos instrumentos de medición espiritual equivocados? Por ejemplo, ¿suponemos que las iglesias con mayores recursos son las más bendecidas por Dios? ¿Acaso no pensamos ocasionalmente que los predicadores populares son más piadosos que aquellos que tienen menos seguidores?
La medida correcta de nuestra condición espiritual es la cualidad de nuestro andar, que se mide mediante atributos tales como la humildad, la bondad y la longanimidad (Efesios 4:2). «… soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» es un buen indicador de que estamos alcanzando la meta de Dios para nosotros: «… la medida de […] la plenitud de Cristo» (v. 13).
Nuestro amor a Dios puede medirse por nuestro amor a los demás.

martes, 6 de septiembre de 2011

¿LAGUNAS JURÍDICAS O MENTALES?



La pequeña Yanina, de cinco años, no estaba empezando bien el día. Todos sus intentos por acomodar el mundo a sus gustos tenían resultados negativos. Discutir no servía; hacer pucheros tampoco; llorar menos. Finalmente, su mamá le recordó el versículo bíblico que la niña había estado aprendiendo: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Salmo 119:11).
Al parecer, Yanina había estado pensando en ese versículo, porque al instante contestó: «Pero mamá, ahí no dice que no voy a pecar, sino que tal vez otro día no lo haga».
Sus palabras resultan sumamente conocidas. Suelo escuchar argumentos similares en los hermanos y en mi propia mente. Las lagunas jurídicas tienen algo profundamente atractivo, y recurrimos a ellas cada vez que hay un mandato que no queremos obedecer.
Jesús habló de este problema con líderes de la fe que pensaban que habían hallado una laguna jurídica en sus leyes religiosas (Marcos 7:1-13). En lugar de honrar a sus padres mediante el sustento material y financiero, dedicaban todos sus bienes a Dios; por lo cual, limitaban su uso. Aunque la desobediencia de ellos no era descarada, Jesús dijo que ese comportamiento era inaceptable.
En cuanto comenzamos a buscar lagunas jurídicas, dejamos de ser obedientes.

lunes, 5 de septiembre de 2011

¿ Y YO ?



« ¿Y yo? —me preguntó un seguidor del blog en un mensaje electrónico. Soy estudiante universitario y no tengo mucho dinero. No sé mucho de mayordomía. ¿Qué dice la Biblia sobre el dar?»
Me alegro de que hayas preguntado le conteste. En esta nota, hablaremos sobre el dar. Empecemos con cinco principios básicos acerca del dar.
1. La mayordomía empieza con la salvación, el regalo de la vida eterna. Como creyentes en Cristo, debemos darle por todo lo que Él nos ha dado a nosotros (2Corintios 9:11, 12, 13, 14, 15).
2. Hemos de dar alegremente (2 Corintios 9:7). Si damos a Dios de mala gana el dinero que ponemos en el plato de las ofrendas, más vale que no lo diéramos. A algunos de nosotros nos toma mucho tiempo darnos cuenta de que el regalo debe salir del corazón antes de que salga de nuestro bolsillo.
3. Hemos de dar sistemáticamente. Si esperamos para dar una gran cantidad de una sola vez, probablemente no lo hagamos. A los cristianos de Corinto se les instruyó que dieran el primer día de la semana (1 Corintios 16:2).
4. Hemos de dar a Dios en proporción directa a la manera en que Él nos ha bendecido (Deuteronomio 16:10). Mientras más nos bendiga, más hemos de dar (Mateo 10:8).
5. La Escritura nos dice que Dios nos dará en la misma proporción en que le demos a Él (Lucas 6:38).
Por tanto, Hermanos, para resumir, eso es lo que Dios enseña acerca del dar. A Dios le preocupa más tu corazón que “CUÁNTO” le des. Si estás dispuesto a confiarle tu dinero, y puedes ponerlo en el plato de las ofrendas sin quejarte, Él se agrada. Y tú serás bendecido al saber que lo estás obedeciendo.
Mi desafío es que lo intentes. Recibirás bendiciones de Dios.

sábado, 3 de septiembre de 2011

SILENCIO ABSOLUTO


Nuestro mundo se ha vuelto cada vez más ruidoso. No obstante, según un informe, la ciencia ha descubierto una manera de lograr silencio absoluto: «Los científicos han presentado el diseño de una “placa acústica” que podría hacer los objetos impermeables a las ondas sonoras. Esta tecnología, explicada en la revista New Journal of Physics, podría utilizarse para construir casas a prueba de ruidos, salas de concierto de avanzada o buques de guerra silenciosos».
Cuando buscamos un lugar tranquilo para estar a solas con Dios, tal vez nos gustaría tener una «placa acústica». Sin embargo, aunque pudiéramos silenciar todos los sonidos externos, el ruido interior de las preocupaciones podría seguir reverberando en nuestra mente. Se nos dice: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios» (Salmo 46:10). Pero, en términos prácticos, ¿cómo acallamos el corazón?
Dios entiende nuestro dilema y provee Su propia «placa acústica» para aquietar nuestro interior: intercambiar nuestras preocupaciones por Su paz. «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7).
Cuando colocamos nuestras angustias en las expertas manos de Dios, hallamos la tranquilidad que sólo Él puede brindar.

jueves, 1 de septiembre de 2011

PROMESAS SOLO PROMESAS


En estos meses por mi tierra es temporada de selección de candidatos de los partidos políticos y al igual que algunos “Cristianos” suelen prometer y prometer. Cuando la gente dice suspirando: «Promesas, promesas», suele ser porque se ha desilusionado de alguien que no cumplió con su palabra. Cuanto más sucede esto, mayor es la tristeza y más profundo el suspiro.
¿Alguna vez te pareció que Dios no cumple Sus promesas? Con el tiempo, esta actitud puede instalarse de manera sutil.
Después que Dios le prometió a Abraham: «Haré de ti una nación grande» (Génesis 12:2), pasaron 25 años antes del nacimiento de su hijo Isaac (21:5). Durante ese período, Abraham cuestionó al Señor porque ese hijo no llegaba (15:2). Tal es así, que recurrió a ser padre a través de la sierva de su esposa (16:15).
De todos modos, en medio de esos altibajos, Dios continuaba recordándole que había prometido darle un hijo y, entre tanto, lo instaba a seguirlo fielmente y a creer en Él (17:1-2).
Cuando reclamamos alguna de las promesas que el Señor hace en la Biblia, ya sea de darnos paz mental, coraje o provisión para suplir nuestras necesidades, nos estamos colocando en Sus manos y ajustando a Sus plazos. Mientras esperamos, puede parecer que el Señor se ha olvidado de nosotros; sin embargo, la confianza se aferra a la realidad de que, cuando nos apoyamos en Sus promesas, Él permanece fiel. La seguridad está en nuestro corazón, y el tiempo, en Sus manos.
Con respecto a las promesas de los hombres nos dice el profeta Jeremías (17:5) <<… maldito el varón que confía el el hombre…>>
Y tú ¿cumples tus promesas?